Por Alejandro García, 3ºB
Voy a hablaros sobre el parque de Gulliver. Acudí hará un par de semanas junto a un amigo para pasar un rato; nos lo pasamos bien y decidimos volver la semana siguiente.
Voy a hablaros sobre el parque de Gulliver. Acudí hará un par de semanas junto a un amigo para pasar un rato; nos lo pasamos bien y decidimos volver la semana siguiente.
Pero cuando fuimos a entrar habían puesto un cartel diciendo que permanecería cerrado desde el 15 de febrero hasta el 2 de marzo, así que nos volvimos a nuestras casas.
Regresamos el 4 de marzo: el cartel estaba tachado y no se veía las fechas. Seguía cerrado y no sabíamos realmente lo que pasaba.
Estuvimos esperando un buen rato, y seguían sin abrir. Junto a un grupo de personas, esperábamos impaciente y nadie nos daba una explicación, ya que cuando fuimos por primera vez había una pequeña parte de un tobogán pelada pero nada más.
Yo me pregunto: ¿Por qué tardar tanto solo para reparar un pequeño tobogán que no sufría daños graves?
Finalmente tras nuestra larga espera, un guardia de seguridad que se ocupaba de vigilar el parque apareció. Le estuvimos pidiendo explicaciones de por qué no estaba aún abierto si el plazo de reparaciones había finalizado hacía ya varios días, pero no nos contestó por lo que intentamos irnos a quejar, pero no había nadie más.
Así que nos fuimos a casa derrotados, sintiendo la impotencia de no recibir ninguna respuesta a nuestras preguntas, que deben ser respondidas por alguna persona con responsabilidad en la gestión del parque.
¿No os parece?